Misión Rescate | Drama/ciencia ficción - SAM13 - 141’ - MUY BUENA
Origen: EEUU, 2015. dirección: Ridley Scott. CON: Matt Damon (foto), Jessica Chastain, Jeff Daniels. violencia: sin escenas. sexo: sin escenas. tres notables actores en roles secundarios: Benedict Wong, Michael Peña, Kristen Wiig. la selección musical: estupenda, en especial el segmento en el que suena “Starman”, de Davie Bowie.
Lo que le sobró a “Interestelar” de pretencioso y autosuficiente -palito que Christopher Nolan ya había pisado en “El origen”- lo suple el maestro Ridley Scott con infinita simpleza y apelando al mejor de los recursos: el humor. Por eso “Interestelar” es un juguete ampuloso y hasta pedante, mientras que “Misión rescate” resulta divertida y emocionante. La comparación no sólo pasa por el papel de Matt Damon (en ambos casos encarna a un astronauta abandonado a su suerte en otro planeta); también apunta a dos concepciones de hacer cine abordando temáticas propias de un universo -el de la ciencia ficción- que invita a los excesos. Pero Nolan no juega en las ligas de Kubrick y Tarkovsky, aunque le encantaría, mientras que a Scott no le interesa ese rótulo. Él es un extraordinario narrador de historias, y la de “Misión rescate” es de las buenas.
La película está basada en “El marciano”, novela que Andy Weir publicó gratis en Internet a manera de folletín y terminó en la lista de best-sellers. Al guión le dio forma el más que promisorio Drew Goddard, quien dirigió la imperdible “La cabaña del terror”. La historia se desarrolla en tres escenarios: el marciano, donde Mark Watney se las arregla para seguir con vida; la Tierra, concentrada en los esfuerzos de la Nasa para traerlo a casa: y la nave en la que regresa el resto de la tripulación, ignorante de la suerte de su compañero. Desde allí se sucederán las vueltas de tuerca, durante casi dos horas y media que pasan como un suspiro.
El videoblog con el que Watney va registrando su crónica marciana mediante un divertido diálogo consigo mismo contrasta con la tensión del resto. Scott le saca el jugo a un elenco lleno de figuras -irresistible Jessica Chastain-, narra con fluidez y regala una maravilla visual que remite a planos de John Ford. Bien contadas, aventuras tan viejas como la de Robinson Crusoe siguen apasionando.
La ética del crimen, según Woody Allen
Desencantado, alcohólico y autodestructivo, el profesor Abe Lucas llega a una universidad para dictar un curso de verano de filosofía. Junto a Jill, estudiante con la que se involucra, escuchan una charla en un bar. Abe alumbra allí una idea capaz de cambiar su vida.
Hombre irracional | Drama - SAM13 - 95’ - BUENA
origen: EEUU, 2015. dirección: Woody Allen. CON: Joaquin Phoenix, Emma Stone, Parker Posey. violencia: sin escenas. sexo: sin escenas. el dato: tras “Magia a la luz de la luna”, es la segunda película consecutiva de Allen con Emma Stone, la musa que desplazó a Scarlett Johansson del trono.
Hay tantos Woody Allen como películas filmó. O es el mismo con infinidad de cabezas, como una hidra inquieta e incisiva que mete la nariz en intelectos y emociones hasta diseccionarlos y exponerlos. El de “Hombre irracional” es el Woody Allen cínico y contradictorio, el caminante sin red sobre un hilo delgadísimo: el que sostiene castillos éticos. Abe Lucas, el protagonista brillantemente interpretado por Joaquin Phoenix, encuentra el sustento moral de un asesinato y lo defiende a capa y espada. Allen juega con fuego y podrá chamuscarse un poquito, pero nunca se quema.
No hay humor, ni siquiera chispazos de ironía, en “Hombre irracional”. El nihilismo de Abe Lucas contagia el tono de la película; hasta los tonos elegidos por el gran Dariusz Khondji para fotografiar el campus por el que pasean Lucas y Jill son apagados y melancólicos. Es un Allen introspectivo, para nada fresco, abusivo en el empleo y la inmediata fulminación del discurso filosófico -preferentemente del existencialista-. Atrapado y fascinado a la vez por el vacío que Abe Lucas decide llenar apelando al cianuro.
A los 80 años, Allen sigue escribiendo diálogos buenísimos, mechados con definiciones autoindulgentes y -por momentos- llamativamente pomposas. Esa disparidad en el guión campea a lo largo de la película. Por momentos se acelera, al acostumbrado ritmo de jazz, y de inmediato se ralentiza. La epifanía de Abe, la subtrama policial, el juego en el que se embarca para justificar su culpabilidad, conforman un edificio ético listo para desmoronarse al primer soplido.
Jill -impecable Emma Stone- es la voz de la alta burguesía bienpensante cuyo falso progresismo Allen viene pintando desde hace décadas. Pero la de Abe es una especie distinta y Allen, en una sentencia surcada por esa moralidad que tanto cuestiona desde su obra artística, dispone de él con el fulminante rayo de la conciencia.